Trabajar con adolescentes especialmente en conflicto por razones de desintegración familiar, maltrato o vagancia, nos da una visión de lo necesaria unidad familiar que hoy está por los suelos.
Pero el mundo no se arregla buscando culpables sino soluciones, dándoles la oportunidad de reconocer su propio valor y sus limitaciones, y despertado el ellos el deseo de hacer una nueva historia de su vida evitando repetir patrones negativos.
La mayoría de adultos tenemos que interacción con estos adolescentes percibimos la vulnerabilidad aún en los más aguerridos, el constante cambio de sus opiniones, especialmente de sus sentimientos que es lo que más está a flote en esta edad, pero también esa empatía para unirse a alguien del grupo cuando alguien sufre sin importar que no lo acepte su forma de ser en días ordinarios.
La tolerancia y firmeza ante sus decisiones siempre y cuando les hayamos advertido lo que ello conlleva; en una ocasión tres adolescentes hicieron una travesura, les llamé y todas negaron el hecho, como buen grupo se fortalecieron entre ellas, así que me vi orillada a decirles que si descubría que ellas eran responsables no tendrían la salida a paseo como el resto del grupo, asintieron aún al preguntarles individualmente si estaban de acuerdo; cuando les mostré las pruebas de que ellas habían sido sin molestarme, aceptaron no sin cierta tristeza lo que ellas habían aceptado un momento antes, los días que se quedaron bromeaban porque pensaron que no se los iba a cumplir, pero ello me demostró que aprendieron la lección sin rencores.
Los retos son de lo más grandioso que me ha tocado vivir con ellas, es maravilloso para un educador ver cuando se determinan a lograr algo que a veces parece estar por encima de sus posibilidades y lo logran: había dos líderes en el grupo que no podían verse, ambas amaban tocar la guitarra, no valían intentos de hacerlas trabajar juntas, así que como siempre había división, suspendí a ambas por 2 semanas y lo hice en su lugar, no daban crédito, y si querían volver a tocar el resto del año me tenían que demostrar que podían trabajar juntas sin que yo se los indicara, el trato surtió efecto, era tanto su amor por la música, que fueron capaces de desvelarse ayudando a alguna hermana o compañera para terminar algunas labores; en una semana era posible verlas platicar y bromear como buenas compañeras, intentaron cambiar el tiempo de suspensión pero como hubo negativa de mi parte, continuaron la semana que les faltaba hasta que lograron unificar a todo el coro y mostrar sus grandes cualidades.
Constante presencia y una distancia saludable para que ellos vayan forjando su personalidad y sean dueños de sus decisiones aprendiendo de sus errores, sí a veces serán molestas nuestras amonestaciones o negativas para ciertas cosas pero ello les dará seguridad para que vayan tomando decisiones y fortaleciendo su voluntad y autonomía.
Los adolescentes necesitan nuestra atención, firmeza, motivación y ejemplo para creer que se puede cambiar aquello que nos hace daño y lograr lo que ellos se propongan, lamentablemente no todos tienen una familia pero la iglesia y la sociedad somos esa gran familia que nos exige orar y apoyar cuando esto está en nuestras manos.