Cada mujer sabemos cómo llenamos nuestros días y nuestras horas, qué dejamos entrar a nuestra mente, cuáles son nuestras preocupaciones, simples o graves.

Dejamos pasar nuestros días a veces sin disfrutarlos, sin que nos permitamos ver la grandeza de nuestras más pequeñas actividades. Llega la noche y con el cansancio, fastidio o aburrimiento llegamos a la cama.

Mujer ¡detente!…

Te has preguntado ¿cuánta importancia tiene lo  que has hecho hoy? ¿Te has detenido a pensar que lo que haces cada día tiene sabor de eternidad?…

Si repasas tu día, verás que ha valido la pena. Que cada detalle, si lo valoras lo suficiente tiene un peso fundamental porque es… ¡nada menos que tu vida! Eres el pilar de tu familia.

Desde que te levantas con el ánimo de lograr objetivos, o el deseo de ir a trabajar, y preparar un delicioso desayuno para los tuyos, a esto llámalo fe.

No importa si algo no salió como esperábamos; tenemos  inteligencia además de la suficiente determinación para mirar con nuevos ojos la siguiente actividad.

Aprovecha el tiempo

Sí, a cada minuto se nos regala otra oportunidad por ello es importante parecerse a los niños como lo dijo Jesús “Si no os hacéis como niños no entraréis al Reino de los cielos“ [1]

Las mujeres no podemos darnos el lujo de perder el tiempo rumiando nuestros aparentes fracasos, sí, leíste bien, “aparentes” porque para los que aman a Dios todo les sirve para el bien”[2]

Evita gastar tus energías mentales o físicas en pensamientos negativos, críticas, enojos innecesarios,

Ocúpalas en palabras que construyan, haz nuevas aportaciones en tu trabajo, busca innovar detalles en tu propio hogar; por consecuencia  verás que al final del día sentirás la satisfacción de que todo, absolutamente todo valió la pena.

Buscar a Dios

Busca primero darle a Dios todo lo que haces de la mejor manera: al despertar, regálale tu mejor sonrisa y recuérdale que harán milagros juntos y enseguida… ¡manos a la obra!,

De esta manera lograrás sin pretenderlo “llevar a las almas el aroma de la caridad”[3] y los que te miran podrán expresar lo que dijeron de Jesús: “Todo lo ha hecho bien”[4].

Sueña con ese día en que estarás junto a Dios por toda la eternidad, verás en cada cama tendida, en los trastes lavados, sobre el reporte de tu trabajo, y en cada paso que te lleva a hacer el bien, no será sino una preparación para encontrarte con ese Dios todo amor.

Que el Creador te encuentre barriendo, forrando libros, limpiando la estufa, dirigiendo un grupo escolar, gestionando recursos o simplemente disfrutando un amoroso momento con los tuyos.

Así que ten presente: todo lo que haces vale el esfuerzo, porque fuiste creada mujer, fuiste creada para amar.

[1] Mt 18,3

[2] Rm 8,28

[3] P. Eugenio Oláez

[4] Mc 7, 37a

Redacción

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