Brindar la atención y cuidados al recién nacido, es una tarea innata y ardua por sí misma. El hecho de recibir ese pequeñito indefenso conlleva que las madres otorguen la atención adecuada para satisfacer las necesidades del bebe. Es entonces que se habla de protección en un tiempo prolongado mientras el niño va logrando valerse por sí mismo.
Sin embargo se puede caer en el grave error, de sobreproteger, es decir, no satisfechas con ser madres responsables, se coarta la libertad del menor, lo que con el tiempo generará graves consecuencias. Muchas de las madres primerizas o con un solo hijo, tienden a concentrar todas sus energías en el cuidado del hijo, porque a su vez es una de las preocupaciones más destacables y lo único que de momento pueda ocuparles. No tienen que ver por otro hermanito que tiene que alistarse para la escuela, o algunos otros pendientes que le distraigan de su tarea como madre.
Sobreproteger es colocar al niño en una cajita de cristal, para que no le afecte nada del ambiente, es decidir por él, al contrario de que él aprenda a ir tomando decisiones. Es facilitarle, darle todo a la mano e impedir que él pueda desarrollar habilidades. Sobreproteger es meter ideas de impotencia a los niños, infundiendo miedo a realizar ciertas cosas, en las que ellos puedan experimentar, para aprender. En suma es crear al niño un perfil falso de lo que es la vida, y en la cual en un futuro no tendrá las herramientas necesarias para saber vivirla.
El niño mimado en exceso tiene un comportamiento indisciplinado, no admite reglas porque no aprendió en la familia los límites, busca una forma arcaica de mostrarse, con actitudes agresivas. En sus primeras relaciones sociales, como puede ser el preescolar, la primaria, busca ser complacido en todo y demanda del grupo y maestros atención, cuando no lo consigue hace berrinches, llora, grita y al no conseguir lo que quiere se siente frustrado, tendiendo a evitar a la comunidad con la cual puede relacionarse. Se manifiesta seguro cuando él puede poseer el control y es entonces que busca relacionarse con niños más pequeños, para obtener el poder.
La sobreprotección materna puede darse en dos casos, la madre mimosa y en el otro extremo, la madre dominante y controladora. En ambos casos el niño tiende a ser dependiente. En el caso del niño mimado, busca dominar a los otros, así como tuvo la capacidad de controlar a la madre. Por el otro lado, el niño cuya madre es dominante, busca ser dependiente de sus compañeros. En ambos, se pierde el desarrollo de la autonomía.
Las consecuencias de esta relación enfermiza, madre-hijo, a la larga puede generar problemas fatales, como:
• Miedo, este miedo es aprendido, el niño se ha visto involucrado en él cuando se le advirtió de todos los peligros, se limitó la capacidad de experimentar, irá con miedo en la vida y buscará realizar siempre lo que a sus padres parezca, pero cuando estos no estén la dificultad de enfrentar la vida será mayor. Se vuelve una persona insegura y a la vez dependiente.
• Dependencia, ésta es consecuencia de que no se le enseño al niño como caminar por la vida, no se le proporcionó las herramientas para valerse por sí mismo. En su mente se escribió una falsa idea “Lo consiguió todo en su momento”, pero al enfrentar su realidad, no sabe cómo actuar, aquellas herramientas arcaicas que funcionaban ya no son útiles, entonces busca a alguien que lo auxilie, depende del otro y cuando no se hacen las cosas como él quiere, se siente frustrado.
• Poca tolerancia a la frustración, Acostumbrada la persona a que todo lo lograba y sin ninguna dificultad, cuando no alcanza lo que él quiere, tiende a desesperarse y mostrar reacciones violentas, agresivas, llenas de ira. Ello le generará dificultades en las relaciones sociales, amorosas, laborales.
Sobreproteger al niño, no es quererlo, ni se mantiene la homeostasis de su organismo para la supervivencia, sobreproteger al niño es inutilizarlo, crearle una vida fantástica, que cuando deba enfrentarla no tendrá las herramientas necesarias para hacerlo. La madre que sobreprotege al menor, limita el desarrollo de las habilidades de aprendizaje, pues el aprendizaje en sí mismo se logra con la experiencia. Se aprende de las consecuencias tanto negativas como positivas, lo que le dará fortaleza al niño de enfrentar la vida futura.
No se debe confundir el amor, con la sobreprotección, se valoran los esfuerzos de la crianza, pero ésta debe darse de modo responsable, debiéndose permitir al niño la exploración de sus capacidades, bajarlo de la cajita de cristal y proporcionarle el acompañamiento y los cuidados necesarios, de acuerdo a cada etapa de su vida, para que él pueda enfrentar un mundo real.
Lic. Emma Monjarás Anguiano