P. Jacinto Rojas Ramos

Juan el Bautista es una de las grandes figuras del tiempo de espera y preparación de la venida del Señor, junto a María, José, y aquel pequeño resto de Israel que seguía de corazón todo lo anunciado por los profetas y en particular por Isaías. Hoy la mirada a Juan es sobre su persona. El próximo domingo nos fijaremos más en su mensaje concreto. Todo ello nos debe situar en el tiempo, para renovar la espera del Señor en nuestra vida cristiana, para prepararle el camino, para aprender a verlo ya presente. Después de explicar la situación histórica, algo habitual en Lucas, siguiendo el paralelo que va haciendo entre la figura de Juan y de Jesús, nos dice lo que puede ser la característica fundamental de Juan: “vino la Palabra de Dios en el desierto sobre Juan”. Éste es el contexto que no podemos perder de vista y que debe servirnos para poder sentirlo cercano hoy. La centralidad de la vida de Juan está puesta en la Palabra de Dios. La nuestra también debe estarlo.

La imagen del desierto –tan importante en él como después lo será en Jesús- pone en primer término el encuentro radical con uno mismo y con Dios, allí donde la tentación se presenta más radicalmente cuanto más desprotegidos estamos. En el desierto solamente contamos con la ayuda de Dios y con nuestras pobres fuerzas. Sólo la Palabra puede fortalecernos y ayudarnos a vencer la tentación que se presenta más nítidamente. Así, del desierto, espacio de debilidad, sale la máxima fuerza, la de la Palabra.

En Juan resuena con fuerza la profecía de Isaías: “Ha resonado una voz en el desierto: Preparen el camino del Señor”. Hay que preparar una ruta que llegue hasta nuestra vida para que el Señor pueda transitar por ella. El objetivo final es muy claro: “todos los hombres verán la salvación de Dios”. Éste debe ser el sentido del clamor profético y joánico de elevar los valles y descender los montes y colinas, de enderezar lo torcido e igualar lo escabroso del terreno de la vida. El Adviento en el año de la misericordia, requiere trabajo de preparación por parte del cristiano que espera.

Que la celebración de la Eucaristía en este segundo domingo de Adviento aumente en nuestros corazones el deseo y la esperanza de esta salvación que el Señor nos propone y realiza ya en nuestro favor.

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