Actualmente, existen propuestas de diversos métodos que ofrecen técnicas y herramientas para progresar en el propio conocimiento, en el crecimiento de la atención y consciencia personales, con el objetivo de madurar afectivamente, ser más dueño de los propios impulsos, tener mayor capacidad productiva…
En muchos casos, las técnicas apelan a diversos ejercicios corporales y de silenciamiento con resultados bastante exitosos por la percepción inmediata de efectos en principio saludables, como es la pacificación interior, la armonización del ser, la capacidad de silencio, la conexión con el propio interior…
Si es cierto que la aplicación de algunos métodos puede ayudar al crecimiento de la consciencia, no es algo novedoso, y se debe prestar atención por si son movimientos un tanto introspectivos y narcisistas.
Las diversas técnicas se apoyan en el conocimiento corporal y en la aplicación de los cinco sentidos como mediación inmediata para percepciones interiores. Los evangelios presentan a Jesús como quien abre los ojos al ciego, da voz a los mudos, oídos a los sordos, movilidad a los paralíticos, alimento a los hambrientos y con ello no solo nos revela curaciones físicas, sino la restauración personal más completa.
Las lecturas de este domingo inciden en el protagonismo de los sentidos corporales. El profeta anuncia los tiempos mesiánicos con la alusión a la rehabilitación sensorial: “Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará”. Y lo que aparece como profecía, en los evangelios se narra como realidad: “Le presentaron un sordo que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos. Él, apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y, mirando al cielo, suspiró y le dijo: -«Effetá», esto es: «Ábrete». Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad”.
En definitiva, la Palabra de Dios nos asegura que quien tiene poder para concedernos la más plena rehabilitación personal es Jesús y su enseñanza. Si puede ser bueno un ejercicio por el que crecer en atención y consciencia y si deseamos abrirnos a la mayor sensibilidad, deberemos acoger la luz de la fe, la sensibilidad auditiva del corazón, el movimiento que supera toda inercia, no solo en beneficio personal, sino solidarios, y teologales.
Publicado originalmente en La oración