El itinerario de la vida cristiana, nos lo recuerda la Cuaresma, es sostenido siempre por la gracia de Dios y no tanto por la fragilidad de nuestras fuerzas.
Comentario del Evangelio: Génesis 12,1-4; 2 Timoteo 1,8-10; Mateo 17,1-9
La Cuaresma, como la vida toda, es un camino hacia la Pascua. El camino es largo y no siempre fácil, aunque está siempre lleno de esperanza. En la escena de la Transfiguración del Señor, la Iglesia ve, en ese “éxodo” de Jesús, el sentido y la orientación de su propio éxodo: la gloria de la resurrección, inseparablemente unida al escándalo de la cruz.
La Transfiguración se da en un punto crítico de la vida y del camino de Jesús y de los discípulos. Llamados a seguir al Maestro; a los discípulos les resulta difícil captar con lucidez el misterio de su persona. La incertidumbre y la incomprensión aparecen una y otra vez, y se vuelven escándalo cuando Jesús comienza a anunciarles abiertamente su pasión.
La iniciativa de Jesús
Es verdad que en esos anuncios Jesús añade siempre que va a resucitar al tercer día; pero los discípulos son incapaces de captar el sentido de esa última parte del aviso… Entonces Jesús toma la iniciativa y ofrece a tres de sus discípulos el privilegio de contemplar por un instante la gloria deslumbrante de su persona y la meta última de su camino. Las señales que acompaña esta Pascua anticipada (la luz, la nube, la voz de lo alto) son características de las manifestaciones de Dios en el Antiguo Testamento, y lo más sorprendente es que su rostro se puso resplandeciente como el sol.
Prefiguraciones del Mesías
En la escena de la Transfiguración aparecen Moisés y Elías, dos personajes que han sufrido incomprensión y persecución por parte del pueblo, por parte de los suyos. Ambos, sin embargo, se mantuvieron fieles a Dios, quien los sostuvo. Son, de alguna manera, tipos, prefiguraciones del Mesías. Jesús, también pedirá en la Pasión, que el cáliz le sea apartado y, a la vez, que se cumpla la voluntad del Padre, que lo ha enviado. Jesús está arraigado en la tradición, ¿arraigarán en ella también los discípulos?
El itinerario de la vida cristiana, nos lo recuerda la Cuaresma, es sostenido siempre por la gracia de Dios y no tanto por la fragilidad de nuestras fuerzas.
Como a los discípulos después de la Transfiguración, Jesús nos dice: “Levántense y no teman”. Que la contemplación de su gloria y la fe en su llamado que nos hace en la eucaristía nos ayuden a caminar animosamente cada día con la esperanza en la vida eterna.
Pbro. Jacinto Rojas Ramos