José Acabamos de comenzar la novena de Navidad. Todos se congregan alrededor del pesebre entonando villancicos, los más pequeños hacen gala de sus dotes musicales con las panderetas que no dejan de sonar y la familia anfitriona tiene ricos bocadillos listos en la mesa especialmente decorada.

La novena va de la mano con las posadas, y siempre me ha llamado la atención su letra. San José es el protagonista de esta historia, pidiendo hospedaje para su mujer embarazada, siendo rechazado una y otra vez. Realmente solo san Lucas habla de que acostaron al niño Jesús en un pesebre “porque no tenían sitio en el alojamiento”, ninguno de los evangelistas dice que fueron de un lugar a otro. En todo caso, hay una tristeza implícita en este hombre justo que me conmueve el alma. Imagínense saberse custodio del tesoro más grande y creer que no es digno de ello, viendo que todos sus esfuerzos son inútiles. 

¡Qué peso más grande para el pobre san José! Por eso, cuando leemos en el evangelio de san Mateo que él quiere repudiar a María, no lo hace por creer que María le había sido infiel -que es lo que estamos acostumbrados a pensar- lo hace porque no se sentía digno de tan alto honor. San Bernardo nos dice: “se juzgaba indigno y pecador, y pensaba que no debía convivir con una mujer que le asombraba por la grandeza de su admirable dignidad… como no podía penetrar en el misterio, determinó dejarla”. 

Seguramente la Virgen María fue una doncella de grandes virtudes que vivía la humildad y la sencillez en todos los quehaceres de su vida. San José sabía de la integridad de su futura esposa, así que no era la deshonra lo que le preocupaba, era no poder estar a su altura.

María es conocida hoy en día como el “Arca de la Nueva Alianza”. Recordemos que uno de los hombres del rey David, Uzá, que llevaba el Arca de la Alianza de regreso a Jerusalén muere solo con tocarla. Al ver esto, David, que danzada al frente del Arca con la comitiva “cantando con cítaras, arpas, adufes, sistros y cimbalillos”, exclama con miedo: “¿cómo voy a llevar a mi casa el Arca de Yahveh? (II Samuel 6). San José conocía, como hombre justo, este pasaje bíblico y es posible que intuyera la gran responsabilidad a la que estaba llamado, ya que en el vientre de María se encontraba el Santo de Todos los Santos.

Nadie es digno de recibir a Jesús en casa, así lo repetimos cada misa momentos antes de comulgar, pero pidamos la intervención de san José para lograr nuestro mayor esfuerzo en estos días que quedan antes de Navidad, para preparar nuestro corazón y estar listos a tan grande honor.

Publicado originalmente en Capsulas de verdad

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