José, descendiente de David y a quien la Sagrada Escritura llama «justo» (cfr. Mt. 1, 19

José, descendiente de David y a quien la Sagrada Escritura llama «justo» (cfr. Mt. 1, 19), es decir, varón de eximia santidad, fue el hombre elegido padre de Cristo en un doble sentido:

a) ante la ley, en cuanto era el esposo de María;

b) por el amor y cuidado que tuvo con el niño Dios, a quien prestó los servicios del más cariñoso de los padres.

San José es llamado padre nutricio del Salvador en cuanto lo nutrió y alimentó, y padre putativo, en cuanto era reputado por el común de las gentes como verdadero padre de jesús, pues el misterio de la encarnación quedó oculto a ellas.

Estos títulos, sin embargo, no pueden hacer pensar que las relaciones entre José y Jesús eran frías y exteriores. Es verdad que la fe nos dice que no era padre según la carne, pero su paternidad fue más profunda que la de la carne, y quiso a Jesús como el mejor de los padres ama a su hijo.

Jesús, en lo humano, señala San Josemaría Escrivá de Balaguer, debió parecerse a José: «en el modo de trabajar, en los rasgos de su carácter, en la manera de hablar. En el realismo de Jesús, en su espíritu de observación, en su modo de sentarse a la mesa y de partir el pan, en su gusto por exponer la doctrina de una manera concreta, tomando ejemplo de las cosas de la vida ordinaria, se refleja lo que ha sido la infancia y la juventud de Jesús y, por tanto, su trato con José» (Es Cristo que pasa, n. 55).

Después de Santa María, es José la criatura más excelsa; en virtudes, en perfección, en grandeza de alma.

«Como San José -señala el Papa León XIII- estuvo unido a la Santísima Virgen por el vínculo conyugal, no cabe la menor duda que se aproximó más que persona alguna a la dignidad sobre eminente por la que la Madre de Dios sobrepasa a las restantes naturalezas creadas… Sí, pues, Dios dio a la Virgen por esposo a José, no sólo se lo dio, ciertamente, como sostén en la vida, sino que también le hizo participar, por el Vínculo matrimonial, en la eminente dignidad que ésta había recibido» (Enc. Quaquam Pluries).

Así lo explica San Bernardino de Siena: «Cuando, por gracia divina, Dios elige alguno para una misión muy elevada, le otorga todos los dones necesarios para llevar a cabo esa misión, lo que se verifica en grado eminente en San José, padre nutricio de Nuestro Señor Jesucristo y esposo de María» (Sermo I de S. Joseph).

A él, que es quien trató con mayor intimidad a Jesús y a María, le venera la Iglesia como maestro de vida interior. El Papa Pío IX lo declaró el 8-XII-1870 como especial protector y patrono de la Iglesia. Fomenta, además, su devoción, viendo en ella un camino fácil para aumentar el amor a su Esposa y a su Hijo:

«Si crece la devoción a San José, el ambiente se hace al mismo tiempo más propicio a un incremento de la devoción a la Sagrada Familia… José nos lleva derecho a María, y por María llegamos a la fuente de toda santidad, a Jesús, quien por su obediencia a José y María consagró las virtudes del hogar» (Benedicto XV, M. pr. Bonum sane et salutare).

Fuente: Encuentra

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