padres Según James B. Stenson, éstos son algunos de los rasgos más comunes que definen a los adolescentes.  Es bueno tenerlo en cuenta padres y profesores para no estrellarnos con ellos, ni morir en el intento:

Los adolescentes sienten una fuerte inclinación a afirmar su independencia respecto a los padres. Esto es algo natural e incluso necesario en su crecimiento. Antes o después, hay que verlo así, tienen que llegar a ser independientes; la edad entre los doce y los diecisiete años es el tiempo de preparación para ese gran paso.  Hay que ayudarles a que ese afán de independencia que sienten y exigen propia del adulto,  vaya compensándose poco a poco con ir asumiendo también responsabilidades de adulto.

Locura pasajera e incertidumbre: vivir con un adolescente es como compartir tu hogar con una persona que sufre una ligera locura pasajera. Las hormonas que circulan por el cuerpo en crecimiento de un adolescente, son poderosos reactivos químicos que provocan fuertes cambios de temperamento y arrebatos de comportamiento semi-irracionales. Tienden a exagerar sus faltas y las de otros desmesuradamente. Su comportamiento es muchas veces impredecible y alocado. La clave ante sus ataques: “No tomarlo nunca como algo personal”. Hay que intentar capear sus provocaciones con paciencia, y ecuanimidad… volverán a comportarse como “seres semi- racionales” pasado ese temporal.  Mientras tanto, ellos necesitan una guía firme y comprensión cariñosa.

Uno de sus rasgos dominantes es la incertidumbre, aunque a menudo se manifiesta como tozudez o resentimiento en lo referente a reglas o limitaciones. El adolescente necesita claridad de objetivos y la confianza  de los padres. Pertenecer a un grupo de amigos les da seguridad, por eso  tienden a  “actuar como el grupo”, y no se quieren desvincular por miedo a quedarse fuera de él.  A estas edades es también fácil que los padres se pasen de demasiado control o de demasiado permisivismo. Necesitan normas claras y sensatas pero también alabanzas, que sientan que se confía en ellos. Es bueno hacerles sentir útiles animándoles a trabajos de voluntariado, arrimando el hombro en la familia, enseñando a otros …. Todo ello ayuda a fortalecer su autoestima, y la percepción de confianza en él.

Tienen un enorme sentido de la justicia: les cuesta ser tratados como a los hermanos menores en horarios de irse a la cama, encargos, salidas… y en cierta medida con razón. El equilibrio de tratarlos como mayores en derechos y responsabilidades es un tema a tener en cuenta y  negociar con ellos.  Por otra parte, es bueno utilizar ese mismo lenguaje de justicia que utilizan ellos, para apelar a responsabilidades que les competen, como por ejemplo: “no es justo que tu madre esté haciendo tu cama cuando la puedes hacer tu”, o  “no es justo que tu amiga tenga que estar siempre facilitando los deberes del colegio”…

Necesitan modelos: muchas veces los encuentran en el mundo del deporte, cine, música… también entre los amigos, profesores o monitores…  como un espejo en el que mirarse e imitar.

Buscan tener conversaciones sobre sexualidad: tienen necesidad de conocer y tratar a amigos del sexo opuesto y hablar de temas de sexualidad con los amigos, saber cómo lo viven otros de su edad para no sentirse raros…  Les cuesta hablarlo con los padres salvo que hayan ya hablado de esos temas con naturalidad antes de llegar a  la adolescencia. Muchas veces prefieren buscar la información por los amigos o por internet. De ahí que todo lo que se haya podido hablar con ellos de estos temas antes de la adolescencia mejor que mejor. De todas maneras, es positivo a raíz de una situación, una noticia, una película o anuncio televisivo, que los padres dejen claro su punto de vista ético o moral. Aunque en ese momento puedan no mostrar interés alguno, e incluso llevar la contraria, van formando su criterio.

Es esencial con ellos estipular con claridad las normas de conducta familiar. Cuando las infringen, las discusiones acaloradas en caliente son inútiles y nefastas. Si se ha establecido una hora de regreso a casa, y no se cumple, no conviene reñirles en caliente. Es preferible contener el enfado del momento, esperar al día siguiente y decirles entonces con toda serenidad: “¿Entendiste que te dijimos que si llegabas tarde, no volverías a salir por la noche en un mes?…Pues ya sabes, vamos a seguir lo planeado”.

No existen adolescentes perfectos, como tampoco existen padres perfectos, por lo tanto la adolescencia es un periodo de inestabilidad para unos y otros. Un ingrediente aconsejable que sin embargo no puede faltar en los padres: sentido del humor y humildad… ayuda mucho a desdramatizar.

Autor: Eli Bengoetxea

Fuente: Son tus hijos 

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