María, discípula silenciosa, meditaba todo en su corazón, guardándolas y creciendo en sabiduría: es lo que ella hizo con humildad

El Evangelio de Lucas nos narra que María meditaba todo en su corazón, era la discípula silenciosa de Jesús que aprendió cómo crecer en sabiduría y amor al Padre, guardando todas las enseñanzas de Jesús en su interior.

Me agrada pensar en todas las maravillas que Dios, a lo largo de toda la historia de la creación, nos ha dejado en sus increíbles misterios de salvación, pero uno de los misterios de amor que más toca mi corazón, es su misterio de Encarnación, en la que Dios escoge a una humilde joven a la que preserva milagrosamente de toda mancha: La Virgen María.

Uno de nuestros queridos Padres de la Iglesia, considerado como el Padre de la Mariología Latina, San Ambrosio, pronunció las más dulces palabras sobre María que habría que tener presente siempre:

«Bella puerta, María, que siempre se mantuvo cerrada y no se abrió. Pasó Cristo a través de Ella, pero no la abrió». (San Ambrosio)

Profundizando un poco más en esto, podemos decir algunas otras maravillas para meditar:.

– Jesús no fue tocado por pecado alguno; tampoco María, quien fue preservada del pecado original y permaneció sin mancha durante toda su vida.

– Jesús resucitó de entre los muertos y ascendió al cielo; María fue resucitada de la muerte y asunta al cielo.

– Jesús es el Redentor; María es la Corredentora.

– Jesús, es el Mediador entre Dios y el hombre; María es la Mediadora de todas las gracias.

– Jesús es la Palabra hecha carne, la Sabiduría de Dios; María es la sede de la sabiduría, donde reposó el Verbo divino.

– Jesús es la fuente de todas las Gracias; María es el Trono de la Gracia.

Y así podríamos decir muchas obras hermosas que Dios realizó en María, es por ella que en el Magnificat, la llamamos: ¡Bienaventurada!

María, la que meditaba en su corazón.

María es supremamente obediente, sumamente fiel y acepta con una humildad gigantesca la Palabra de Dios para guardarla y profundizarla en su corazón aún sin entenderla.

En las Sagradas Escrituras, podemos encontrar además, como la Virgen María se iba alimentando de esta Palabra divina:

«En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo a Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que les habían dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que les decían los pastores. Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.» (Lucas 2,16-21)

María, discipula silenciosa.

Notamos que la Virgen María Guarda las cosas importantes en el corazón, meditándolas: Es lo que ella hizo siempre, discípula silenciosa de su Hijo llena de una extrema humildad.

María, lo va recogiendo todo en sus adentros, lo lleva al lugar de lo profundo e interior, al espacio de lo sagrado, y allí lo deja madurar. Saca vida de lo cotidiano, analiza la presencia de Dios escondida en lo ordinario. Deja reposar los sucesos, y al volver sobre ellos encuentra pistas de salvación.

La función de María es pasiva, tranquila y serena: se deja hacer, permite a la realidad que vaya trabajando en Ella, y que la Verdad y el Amor, emanado de la fuente de su vientre, sean su poder y su fortaleza en su gran silencio.

En este mes de Mayo, mes de la Virgen María, Madre de Dios, vamos a encomendarle a María nuestras vidas y nuestra salud para que, siendo voluntad de Dios, todos nuestros proyectos, metas y sueños se vean fructificados en el amor en pro de una mejor sociedad donde vivir en paz y bien.

El libro de los Números nos transmite la bendición con que Aarón y los sacerdotes bendecían al pueblo… Hazla tuya y, como María, consérvala en tu corazón:

«El Señor te bendiga y te proteja. Ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor se fije en ti y te conceda la paz». (Números 6,22-27)

Publicado originalmente en Píldoras de fe

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