Hay días, como hoy, que “huelen a María”, pero también hay vidas que “huelen a María” y ese, es el perfume que el Hijo reconoce en su hogar, porque huele a su Madre.

Mi día favorito: El Sábado

Siempre he notado algo especial en ese día…las mañanas son más silenciosas, hay una paz distinta, incluso el cielo es más bonito en día de sábado. Puede ser mi predisposición positiva que influya en mi manera de percibir la realidad, pero lo que no puedo negar es que ese día “huele a María”.

¡Sí! Huele a María porque es un día de la semana que está dedicado a Ella. La Iglesia así lo hace desde el siglo IX-X, dedicando la liturgia de ese día en honor a la Santísima Virgen María, y eso ¡se nota! Está en el aire que sábado es un día mariano.

Hace ya 18 años que salí de la casa de mis padres y sucede que cada vez que voy a visitarlos, lo primero que percibo es el olor de mi hogar y con ello el olor de mi madre. El hogar generalmente tiene el olor de madre.

Creo que de igual manera, un lugar qué esté consagrado a María, “huele a María”, hay algo especial que está en el aire. Cuando visité a Lourdes, este lugar tan especial donde la Santísima Virgen se apareció a Santa Bernadette en la gruta de Massabielle, a orillas del río Gave, lo que más me impactó al llegar fue precisamente el olor. Además del delicioso olor de agua fresca que está presente todo el tiempo, algo más indicaba que este lugar era también Hogar de María.

 

Por donde pasa María, va dejando su perfume.

En la vida de un cristiano, María es esa presencia silenciosa, porque donde está Cristo está también su Madre. Y donde Ella está, está también esa huella de su presencia que deja en las almas, por lo mismo, no pasa desapercibido un corazón que es mariano.

Si tienes una especial sensibilidad espiritual te darás cuenta luego luego de un hombre o una mujer que sean marianos…hay algo ahí que revela la presencia silenciosa pero notoria de María. Ella nos enseña a tratar a Jesús, nos enseña a ser dóciles a la Voluntad de Dios, a decir “Fiat”, “Hágase en mí” y también nos enseña a guardar la pureza de nuestros corazones.

Su perfume en un alma es inconfundible…

Hay días, como hoy, que “huelen a María”, pero también hay vidas que “huelen a María” y ese, es el perfume que el Hijo reconoce en su hogar, porque huele a su Madre.

Publicado originalmente en Catholic net

 

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